de CNT-AIT de Camp de Morvedre, el Domingo, 20 de junio de 2010 a las 11:38.
En el momento que los sindicalistas se profesionalizaron se apartaron del mundo real del trabajo acercándose al mundo oficial, el del coche y moqueta.
El origen del sindicalismo subvencionado está en los Pactos de la Moncloa, que fue firmado por los partidos políticos, pero dado el fuerte componente económico que tenían y las consecuencias que iban a traer el desmantelar un tejido industrial obsoleto, con decenas de miles de trabajadores despedidos, hizo que los sindicatos tuviesen su función como apagafuegos.
Para ello hubo que ‘democratizar’ el sistema de elección de representantes del sindicato vertical traspasándolo al nuevo modelo y donde antes se presentaban personas, ahora eran sindicatos y si antes se elegían ‘enlaces sindicales’ ahora se llamarían Comités de Empresa.
También se creó la figura de ‘Sindicato más representativo’ en el Estatuto de los Trabajadores, que dejaba fuera de juego prácticamente a todos los sindicatos existentes en la época y entregaba a la clase trabajadora atada de pies y manos a las nacientes burocracias sindicales, puesto que dejaba en manos de ésta la negociación colectiva y con ella las condiciones de trabajo en las que se iban a desenvolver los diferentes sectores laborales.
Pero para poder hacer este trabajo se necesitaba una infraestructura que, al menos UGT, no tenían y de ahí a empezar a tener empleados todo fue uno. Los antiguos ‘enlaces sindicales’ del franquismo descubrieron que podían seguir haciendo lo mismo pero ahora desde los sindicatos ‘de clase’, lo que hizo que se pasaran en tromba a ellos y se convirtieron en los primeros ‘liberados’ sindicales: ellos se encargarían de los trabajadores y la gestión interna de los sindicatos se dejó en manos de personas comprometidas con el antifranquismo, ya que quedaba feo ver a antiguos dirigentes de la CNS dirigiendo sindicatos que habían estado proscritos por ellos mismos.
El dinero empezó a llegar y las elecciones sindicales se convirtieron en el medio de acceder a ingentes cantidades por delegado conseguido, lo que llevó a los sindicatos a una carrera desenfrenada por conseguir delegados. Los Pactos sociales también fueron la la moneda usada para alimentar las ya enormes maquinarias de la burocracia sindical. Se dotó, asimismo, de locales a estos sindicatos -los edificios del antiguo sindicato vertical- y se pagaron sus arreglos y los gastos corrientes (luz, agua, etc).
En el momento que los sindicalistas se profesionalizaron se apartaron del mundo real del trabajo acercándose al mundo oficial, el del coche y moqueta, y los sindicatos se llenaron de funcionarios para las tareas administrativas. Los sindicatos se convirtieron en grandes corporaciones teniendo un peso muy elevado en la vida social y política del país, descubriendo sus dirigentes que con el chalaneo se lograba más poder que con revueltas tipo años 30.
En los años 90 se crea la financiación perfecta: los cursos de formación. Miles y miles de millones de euros que deberían ir a formar a los trabajadores para que pudiesen buscar un nuevo trabajo o adaptarse a las nuevas tecnologías, se dilapidan en los gastos de estas burocracias. Para CNT, este dinero que se entrega para hacer cursos inservibles, es la prueba de la catadura moral que tienen los dirigentes de los sindicatos oficiales, porque saben que es un dinero que sale de las nóminas de los trabajadores y que debería ir destinado a formar parados, a gente sin recursos y que, desgraciadamente, es gastado en tener funcionarios sindicales.
Pero nadie entrega dinero porque si, por la cara bonita, sino a cambio de algo. Y en el caso que nos ocupa es la paz social, el frenar el descontento de los trabajadores, el hacer que éstos se limiten a obedecer y conformarse con lo que firman ‘en su nombre’. Todas las Administraciones Públicas entregan dinero a los sindicatos, gobierne quien gobierne en ellas, y las grandes empresas pagan los gastos (?) de los sindicatos cada vez que firman un ERE o un Convenio. Pero también hay un pago indirecto a estas mastodónticas corporaciones, que es en forma de ‘liberados’, gente que no aparece por la empresa y que, sin embargo, cobra de ella. No hace mucho, el diario Expansión cifraba en 4.127 las personas que cobraban de las empresas y en 42.944 los que lo hacían de las Administraciones Públicas. La CEOE cifraba el coste de los liberados en las empresas privadas en más de 250 millones de euros… que a la vista está que más que un gasto es una inversión.
Las consecuencias de este proceder están a la vista: Desaparición de sindicatos, aparición de otros de tipo corporativo, desprestigio social y, lo peor de todo, la sensación de que un sindicato no sirve para nada. Acabamos de verlo con la huelga de funcionarios, con la fracasada huelga de funcionarios deberíamos decir ya que no hay otro modo de referirnos a ella, los sindicatos han perdido toda credibilidad y ya ni sus afiliados los siguen. Hay dos críticas fundamentales que se les hace, que no defienden a los trabajadores y que son unos vendidos o, mejor dicho, que al ser unos vendidos no defienden a los trabajadores. Desgraciadamente esta mala imagen nos afecta a todos los que pertenecemos a algún sindicato y es injusta para con la CNT puesto que somos el único sindicato que ni pide ni recibe subvención alguna.
Con la desaparición de las subvenciones se conseguiría que los sindicatos se volcaran en conseguir afiliados para poder mantener sus estructuras -que necesariamente menguarían- y éstos solo se afiliarían si los sindicatos volviesen a ser atractivos para ellos, si se les viese como herramientas de lucha, donde la acción sindical y la solidaridad harían casi innecesaria la presencia de abogados y uno podría tener la seguridad de que si era despedido habría un grupo de gente dispuesto a ayudarle a recuperar su puesto de trabajo. Este tipo de sindicato, basado en la afiliación y no en la representación, se haría fuerte y poderoso, recuperaría el prestigio social y la sola amenaza de una movilización haría que cualquier gobierno o patronal se lo pensase dos veces antes de meterse con los trabajadores.
Por ello, para evitar que vayamos a peor, debemos exigir que ningún sindicato, cobre subvención alguna y mientras esto no se consiga hay que criticarlo abiertamente, públicamente y sin pudor, puesto que son, dinero mediante, la primera línea de defensa del gobierno y de la estructura económica actual.
Secretaría de Comunicación y Formación
CNT-EXTREMADURA
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