Desde que en 1975 Hassán II, invadió el Sáhara Occidental a sangre y fuego, los saharauis están repartidos entre los campamentos de refugiados de la hamada de Tinduf y los que quedaron en los territorios ocupados por el ejército marroquí.
Contra estos últimos el gobierno de Marruecos ha venido ejerciendo una represión brutal y continuada.
El último acontecimiento, el asesinato de un chaval de 14 años, en los campamentos de la dignidad, es uno más, terrible pero uno más, de los continuos atropellos de los derechos humanos que sufren los saharauis.
El gobierno marroquí ha tratado de justificar esta muerte inventando la escusa del ataque previo o de difuminarla sacándose de la manga la muerte, en Melilla, de un muchacho musulmán a manos de la Guardia Civil.
Los saharauis han mantenido a rajatabla el alto el fuego que se firmó en 1991 y todas sus reivindicaciones se plantean de forma pacifica pero Marruecos, con su brutal represión, parece estar deseando que alguien pierda la paciencia y cometa un «desliz» para poder colgar a los saharauis la etiqueta de terroristas. Pero, por si caso esto no sucede, que no sucederá, tiempo habría tenido ya el POLISARIO de hacerlo, el Majzén está dispuesto a inventárselo.
Y que hacen los países como EEUU, Francia o España, responsable última de la situación: mirar para otro lado y esperar a poder frotase las manos cuando, finalmente, no tengan que ocuparse de la descolonización del Sáhara Occidental ni de los derechos de sus habitantes pues será «cosa de terroristas».
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