por Pep Castelló
Pero que nadie se confunda, que nada vamos a cambiar mientras sigamos deseando lo mismo que veníamos deseando. El triunfo del capitalismo se basa tanto en el control de nuestras necesidades como en el de nuestros deseos.
El gran público debiera saber que la mente de cada ser humano está condicionada para ver, sentir, pensar y actuar de un modo conveniente a los intereses de quienes la condicionaron. Y que los medios de que se vale el capitalismo para esclavizar la mente del pueblo son diversos, pero que todos ellos están presentes y activos en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana.
Vivimos atrapados en un mundo que es una ratonera. Sueldo, trabajo, vivienda, escuela, espectáculos, medios audiovisuales, informativos... Miremos hacia donde miremos veremos la poderosa mano del capitalismo. Pocas cosas hay que escapen a sus tentáculos. ¿Cómo imaginar otra forma de vivir si todo cuanto vivimos está inmerso en esa nefasta ideología que destruye la humanidad y la naturaleza donde esta se asienta?
El descontento general es evidente. Los niveles de pobreza suben de forma alarmante. Los gobiernos recortan presupuestos en todos los servicios básicos para el pueblo y destinan gran parte de la hacienda pública a engrosar las arcas de los poderosos. El pueblo toma conciencia de que está sufriendo un atropello a gran escala organizado por los poderes estatales. Toma conciencia y protesta. Abundan las manifestaciones y cada día se incorpora más gente a la defensa de los derechos de la ciudadanía.
Defender lo justo es lo que ha hecho progresar a las sociedades desde formas de gobierno autoritarias hasta otras más respetuosas con la dignidad humana. Hemos abolido monarquías y hemos instaurado repúblicas. Hemos hecho leyes intencionadamente igualitarias, por más que en la práctica resulten las más de las veces discriminatorias porque, según reza el refrán, “hecha la ley, hecha la trampa”. Con la historia en la mano podríamos decir, sin duda alguna, que en los últimos siglos hemos progresado sensiblemente en justicia social. Pero el rumbo de ese progreso ha cambiado y en la actualidad la “trampa” aventaja a la “ley”. La justicia ha retrocedido espectacularmente y la dignidad humana se ve seriamente amenazada. Cabe preguntarse por el motivo de este retroceso. ¿Qué es lo que da ventaja a los tramposos?
No nos cabe duda de que la causa está en la colonización que el capitalismo ha hecho del pensamiento colectivo. Una colonización hecha a base de desinformación y represión. Leyes aparentemente progresistas filtradas por una línea de pensamiento profundamente liberal que han legalizado injusticias causantes de desigualdades sociales. El control de los medios de difusión por las capas de población privilegiadas ha difundido sin parar mentiras y medias verdades favorables a los intereses del poder establecido. Y muy por encima de todas esas herramientas de opresión, el control del dinero, en función del cual se desarrolla la forma de vida que se sigue en prácticamente todo el planeta Tierra.
La dependencia que los humanos tenemos del dinero marca todo nuestro modo de pensar y sentir. Su escasez nos angustia. Su carencia puede acarrear nuestra muerte. De ahí que lo adoremos y que adoremos todo cuanto representa su tenencia, tal como autos caros, lujo burgués y formas de relación social competitivas que supuestamente nos lo hacen asequible. Quienes controlan el dinero controlan la conducta de la gente.
Un pueblo que tiene su pensamiento centrado en el dinero, no en la convivencia, nunca será un pueblo donde brille la justicia. Nadie aspirará en él a la igualdad en tanto no le sirva para ascender socialmente. No apostará por la fraternidad, como no sea a modo de complaciente autoadmiración. No brillará en él la libertad en tanto que esta exija poner los derechos del prójimo al mismo nivel que los propios. Y mientras eso no cambie, no dejaremos de exigirles a quienes nos gobiernen un alto nivel de vida, así sea a costa de la explotación de otros pueblos dominados militarmente por nuestro mundo rico.
No hay república que pueda mantener sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad cuando el pensamiento colectivo se centra en la codicia. Más tarde o más temprano sucumbirá a la tiranía de quienes por encima de la dignidad humana ponen la economía.
A nadie le gusta verse privado de lo necesario, pero tendremos que ponernos de acuerdo acerca de qué es lo necesario. Porque mientras sigamos pensando en lujos y riquezas materiales que exigen sacrificios a los pueblos sometidos y a las clases desposeídas seguiremos navegando a merced de una brújula permanentemente mareada y nos extraviaremos. /PC
LECTURAS RECOMENDADAS:
República... y algo más
Sócrates y Trasímaco
No hay comentarios:
Publicar un comentario