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martes, 23 de abril de 2019

Notre-Dame de París: hipocresía total

“Esta catedral, la reconstruiremos entre todos” declaraba Macron al día siguiente. El grupo Pinault ha anunciado 100 millones, la multinacional de lujo Moët Hennessy-Louis Vuitton 200 millones, al igual que la familia Bettencourt-Meyeres. Ninguno ha abonado un céntimo para los barrios populares.
Por Tomás Martínez Peña
La catedral de Notre-Dame de París es una maravilla de la arquitectura, producto de proezas técnicas y artísticas, que demuestra el genio humano. De las pinturas del Renacimiento al video juego de Assassin’s Creed pasando por la novela de Víctor Hugo, Notre-Dame de París ocupa un lugar muy particular en la cultura. Lejos de constituir solamente el patrimonio de los católicos o de Francia, Notre-Dame es una de las joyas del patrimonio de la humanidad en su conjunto siendo el monumento histórico más visitado de Europa.

En 8 siglos, el monumento nunca había sufrido daños tan importantes como los ocasionados por el incendio del pasado 15 de abril. Las causas precisas del incendio son aún desconocidas aunque podrían estar relacionadas con las obras de restauración. La responsabilidad directa del Estado está ya más que señalada. Historiadores y especialistas del patrimonio explican cómo los ahorros realizados desde hace años – desinversión, recortes presupuestarios, falta de personal – en términos de mantenimiento, seguridad y protección del patrimonio pueden estar al origen de este tipo de catástrofes.
“Pasó lo que tenía que pasar. La falta de mantenimiento real y de atención cotidiana a un edificio de estas características es la causa de esta catástrofe” ha indicado J-M Léniaud, presidente del Consejo científico del Instituto nacional del patrimonio. La insuficiencia de normas de seguridad de dicha obra y en concreto las relacionadas con cuestiones de electricidad también están altamente señaladas. No es la primera vez que un incendio de este tipo devasta un monumento histórico en Francia. En 2003, las llamas ya estuvieron a punto de destruir el castillo de Lunéville.
Sin embargo, los gobiernos siguieron adelante con sus políticas de austeridad que han obligado, a base de ahorros mezquinos, a que siempre se haga cada vez más, más rápido y con menos. Es la misma preocupación de aquellas empresas que quieren seguir siendo competitivas para seguir almacenando más y más beneficios. Esta lógica es la que explica, por cierto, que edificios contemporáneos no aguanten, a veces, más allá de algunos años o de algunas décadas mientras que aquellos que se remontan a la Antigüedad o a la Edad Media permanecen en pie. La realidad es que los políticos de turno y los que acaparan las riquezas son incapaces de proteger el patrimonio del que tanto les gusta alardear.
El gobierno y los políticos de turno se aprovechan
La emoción suscitada por esta catástrofe sin precedentes ha conllevado múltiples intentos de instrumentalización y de utilización política. El presidente de la República, Macron, ha anulado inmediatamente su aparición prevista en televisión para anunciar un par de medidas sacadas de “su” gran debate organizado al calor de las movilizaciones de los chalecos amarillos y con el objetivo de desactivarlas.
Pero no sólo Macron ha salido a la palestra. Responsables católicos y políticos han hecho un llamamiento a la Unidad Nacional – que implicaría incluso una tregua electoral – debido a la destrucción de lo que ellos llaman “un símbolo de la nación”. Macron se erige como el defensor del patrimonio universal, aunque no se le vea tan emocionado y conmocionado cuando las armas francesas, utilizadas para bombardear Saná en Yemen, destruyen el centro histórico considerado, también, joya del patrimonio universal.
¿Dinero? Claro que hay
“Esta catedral, la reconstruiremos entre todos” declaraba Macron al día siguiente del incendio a la vez que anunciaba una “colecta nacional” para sacar fondos. Una forma de pedir a los pobres el dinero que aún no les han podido sacar con tantos años de crisis.
Mientras tanto, el grupo Pinault ha anunciado que donará 100 millones de euros para financiar la reconstrucción de la Catedral. Una forma de llevar a cabo una buena operación de marketing para su empresa sabiendo que dicha donación supone una parte muy ínfima de la riqueza de la familia Pinault. Sin embargo tampoco hay que perder el norte. De ahí que el antiguo ministro de cultura, Jean-Jacques Aillagon, que a su vez es presidente de la fundación Pinault – qué pequeño es el mundo – haya ya reclamado una reducción de impuestos del 90% para las donaciones efectuadas para Notre-Dame con el objetivo de conseguir que la generosidad de las grandes firmas capitalistas sea en definitiva sostenida por los contribuyentes…
En cuanto a la multinacional de lujo LVMH (Moët Hennessy-Louis Vuitton) también ha anunciado una donación récord de 200 millones de euros al igual que la familia Bettencourt-Meyeres heredera de la empresa de belleza L’Oréal. Una entrega y una rapidez que llama la atención y que pone de manifiesto una doble vara de medir. En efecto, ninguno de esos grandes grupos empresariales ha abonado nunca ni un sólo céntimo para rehabilitar los inmuebles insalubres de los barrios populares de Bobigny, Saint-Denis o de Marsella que ardieron en llamas hace unos cuantos meses provocando incluso la pérdida de vidas humanas.
Al final, los que practican sin ningún tipo de rubor el exilio fiscal, tienen lágrimas de cocodrilo afirmando que los tiempos son difíciles y que aseguran que el aumento de los salarios es imposible, son los mismos que sí consiguen, en cuestión de horas, desbloquear centenares de millones de euros cuando así lo desean. Por desgracia, esta catástrofe habrá puesto de manifiesto y para amplios sectores de la sociedad que claro que hay dinero en los bolsillos de la patronal.
Mientras tanto y por si todo esto fuese poco, la Iglesia católica, que ingresa en Francia, según fuentes oficiales, más de 700 millones al año, se hace muy discreta al pretender seguir utilizando la catedral más famosa del mundo para fines religiosos sin que se le pida ni el más mínimo céntimo…
Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR

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